“Por lo general, las explicaciones acerca de juego se ocupan superficialmente de qué y cómo se juega, (...) pero no se le dedica la atención a la peculiaridad del juego, profundamente enraizada en lo estético. Tampoco (...) se explica la intensidad del juego, esa capacidad suya de hacer perder la cabeza en la que radica su esencia, lo primordial...” (Huizinga, 1990)
Ahora bien, cuando el propio Eros entra en juego los mortales ‘perdemos la cabeza’ de múltiples maneras, entre las cuales, los artistas juegan a ser el mismo dios, recurriendo a sus poderes “extraordinarios” para despertar el deseo en otros a través de su obra.
Cuando se encuentran arte, ludicidad y erotismo en un mismo campo de juego se entrelazan en un menage a tríos -simbólico y real- en una suerte de danza ritual sagrada, libre, ordenadora y autosatisfactoria.
Arte, erotismo y ludicidad comparten la dimensión ritual y creativa propia de lo humano. En efecto, el despliegue de las actividades artística, lúdica y erótica supone tanto creación y recreación como ceremonia, presentación y representación. No ahondaremos aquí en la dimensión creativa de estas actividades porque nos parece más evidente, pero sí diremos algo acerca de cómo se manifiesta su carácter ritual:
“Al juego se invita con ciertas actitudes y gestos ceremoniosos, (...), jugando fluye el espíritu creador del lenguaje constantemente de lo material a lo pensado: (...). De esta manera la humanidad se crea constantemente su expresión de la existencia, un segundo mundo inventado, junto al mundo de la naturaleza” (Huizinga, 1990).
Del mismo modo en el arte la representación de alguna dimensión de la realidad como la presentación de la obra misma, patentizan su dimensión ritual. Ideación, producción, montaje y exhibición constituyen las instancias privadas y públicas de una ceremonia.
El cortejo erótico implica también por su parte una suerte de “protocolo” de aproximación o, en otras palabras, una ceremonia de seducción y conlleva una serie de pasos rituales que varían en función de las distintas culturas hasta llegar a la consumación del acto.

Laura Zelaya . "El remanso de Afrodita " (detalle). Objeto.
El espacio en el que se despliega lo artístico, lo lúdico y lo erótico es terreno consagrado, «campos de juego» que comparten el halo de sacralidad propio de lo «separado», “...son mundos temporarios dentro del mundo habitual, que sirven para la ejecución de una acción que se consuma en sí misma” (Huizinga, 1990).
Como señala Octavio Paz: “El erotismo es sexualidad transfigurada: metáfora” (Paz, 1993). Apelando al significado etimológico de esta misma figura retórica, el juego y el arte implican también un «llevar más allá» de la cotidianeidad, un sumergirnos en la experiencia de lo extra-ordinario.
Ubicados fuera del ámbito de lo ordinario, arte, juego y erotismo comparten el poder de ser capaces de sumergirnos en un clima mágico, apartado, separado de la vida corriente, permitiéndonos habitar temporalmente un mundo regido por un orden distinto, con sus propias reglas, entre las cuales la primera es la de permitir fluir libremente a quienes se adentran en él.

Andrea Sraier. Varius1, 2 y 3. De la serie: Serpenchi fo do mar du sexual estrategim varius. Fotografía.
“Todo juego es, antes que nada, una actividad libre (...) El juego es libre, es libertad” (Huizinga, 1990). Lo mismo vale para el arte y el erotismo. En estos espacios de libertad, la lógica de la vida corriente es puesta en suspenso.
El arte y el erotismo, como señala Huizinga (1990) respecto al juego, permanecen fuera de la disyunción sensatez–necedad, pero también del contraste verdad–falsedad, bondad–maldad y si bien ninguna acción humana escapa absolutamente del ámbito de lo moral, en tanto éste se inscribe de suyo en la condición humana, las expresiones artísticas, lúdicas, y eróticas -que también pueden dar lugar al plagio, la trampa, el engaño y la mentira- forman parte fundamentalmente del dominio de lo estético.
Sin embargo, al mismo tiempo que sus expresiones reclaman como condición sine que non libertad, arte, erótica y juego al ponernos en relación con otros plantean expresa o tácitamente ciertas reglas, proponen un orden distinto, un sentido. El «para nada», el «porque si», el puro sentido del goce inherente a las prácticas artísticas, lúdicas y eróticas dan cuenta de la radicalidad de estos ámbitos de la experiencia humana que se satisface en sí misma. Ganar o perder, triunfar y ser reconocido o fracasar, ser aceptado o rechazado, alcanzar o no el objeto de deseo, sólo pueden actuar al modo de estímulos extrínsecos, pero la pasión que mueve el deseo artístico, lúdico o erótico, o para decirlo usando la metáfora de Amábile, «el fuego que cocina la sopa» de la actividad creadora en cualquier ámbito es la motivación intrínseca.
Motivados «porque sí» a proponer algunos disparadores para el juego de quienes se animen a expresar sus deseos de forma artística, y con la sola consigna de recuperar y reflotar el deseo sofocado en el aquí y el ahora que nos toca protagonizar, esperamos que este texto invite a participar creativamente y del modo que lo deseen a todos los devotos del dios de la vida que apuesten a Eros y repudien las artimañas agresivas, intolerantes, discriminatorias y violentas del mortífero Thánatos.
“Las manos de Eros, pensaban los filósofos griegos, nos llevan por el camino de los placeres y también por el de la Verdad, cuando somos capaces de encontrar en el cuerpo –el del amante y del amado- los rincones que conducen a las profundidades del alma” (Barei, 2005)
Lic. Gabriel Cimaomo
Presidente de ICREA
BIBLIOGRAFÍA:
BAREI, Silvia. (2005). Reversos de la palabra. Poesía y vida cotidiana. Ferreira editor, Argentina.
BOSSI, Elena. (comp.) (2003). Eros. Ed. Universidad Nacional de Jujuy
BUZZARI, Gabriella y SALVO Anna (2001). El cuerpo-palabra de las mujeres. Ed. Cátedra, Valencia.
HUIZZINGA, Johan. (1990). Homo ludens. Ed. Alianza, Madrid.
PAZ ,Octavio (1993). La llama doble. Amor y erotismo. Ed. Seix Barral, Barcelona.